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lunes, 27 de marzo de 2023

El origen colonial de San Miguel de Pallaques

Por Carlos Reyes Álvarez, maestrante en Historia de los Andes en FLACSO, Ecuador, y filósofo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Los orígenes de nuestros pueblos son todavía grandes incógnitas, uno de estos casos es el de San Miguel de Pallaques, la tierra de los pisadiablos, fundado como una reducción indígena en 1572 por Francisco de Álvarez bajo las órdenes del virrey Francisco de Toledo.

El 2016, el antropólogo Rodríguez publicó un libro Una historia olvidada: el viejo pueblo de San Miguel de Catamuche en Cajamarca en el que planteó la hipótesis de que San Miguel de Pallaques fue una reducción indígena fundada en 1572, pero tuvo una fundación anterior en otro lugar cercano, en San Miguel de Catamuche, el "pueblo viejo" y habría estado a cargo de Francisco Pizarro en su recorrido a Cajamarca en 1532. 

Nosotros, después de un análisis minucioso de La visita a Cajamarca de 1571-72/1578, nos dimos cuenta que San Miguel de Catamuche fue en realidad una reducción indígena fundada en 1565 por Juan de Fuentes y por órdenes de Lope García de Castro, como parte de un primer proceso reductivo, después del cual vino uno segundo, en el que se suprimió y subsumió a San Miguel de Catamuche, junto a otros 9 pueblos, a la reducción de San Miguel de Payaques y de San Rafael de Niepos en 1572. 

En ese sentido, San Miguel de Catamuche no habría sido fundado por Francisco Pizarro en 1532, no solo porque no existe un acta de fundación como tal, sino porque Pizarro no fundó reducciones indígenas.

Las autoridades coloniales llevaron a cabo dos procesos reductivos en la waranga de Chondal (provincia de San Miguel), el primero en 1565 y el segundo en 1572. Sin embargo, los investigadores suelen centrar su atención solo en el segundo proceso reductivo de 1572 y descuidan el primero de 1565, importantísimo, ya que fue uno de los primeros y únicos ensayos reductivos pre-toledanos en el norte peruanoVeremos en detalle cada uno. 



Imagen 1: Antigua plaza de armas de San Miguel de Pallaques, a  fines del siglo XIX. A la izquierda se nota la antigua iglesia, la que probablemente fue de la reducción indígena San Miguel de Payaques.

Juan de Fuentes funda 10 reducciones en Chondal en 1565. El primer proceso reductivo.


La waranga de Chondal fue una de las 7 warangas de Caxamarca y estaba conformada por pachaquías en su interior. Las pachaquías eran unidades sociopolíticas móviles con 100 pobladores aprox.: se desplazaban al interior del territorio de las 7 warangas e, incluso, en los territorios vecinos, con fines productivos-comerciales

En este primer proceso reductivo, Juan de Fuentes redujo entre 60 a 80 pueblos en promedio (que podrían ser pachaquías) de la waranga de Chondal a 10 reducciones indígenas en 1565, fueron las siguientes: 

1. San Matías de Paiaca (por el noroeste del actual distrito capital de San Miguel, por Tongod)
2. San Agustín de Cataxa (al norte del actual distrito capital de San Miguel, por Calquis)
3. San Rafael de Niepos (en donde se ubica actualmente el distrito del mismo nombre)
4. San Juan de Pingomarca (al sur de Niepos)
5. San Josephe de Chanchán (al sur de Niepos)
6. San Gregorio de Mozilla (al sur de Niepos)
7. San Pedro Libie (al sur de Niepos)
8. San Miguel de Catamuche (al suroeste de San Miguel)
9. San Andrés de Llapa (en donde se ubica actualmente el distrito del mismo nombre)
10. San Bernardo de Chumbil (al sur de LLapa).

*Estas ubicaciones las hallamos luego de analizar con detenimiento el recorrido del visitador Diego Velásquez de Acuña entre 1571-72.



Al interior de estas 10 reducciones, De Fuentes introdujo cerca de 48 y 50 pachaquías de distintas parcialidades y warangas de todo Caxamarca, aunque predominantemente de la misma waranga de Chondal. A pesar de que tradicionalmente se menciona que una waranga tiene 1000 pobladores con 10 pachaquías de 100 pobladores cada una, esto varió de waranga a waranga y de pachaquía a pachaquía y lo vemos claramente aquí.

San Matías de Paiaca fue la reducción que tuvo más pachaquías. Según Remy, la pachaquía Paiaca fue un enclave yunga ubicado al noreste de San Miguel. Dice:

"Es importante destacar que en el pueblo Santa Cruz de Succhabamba, la pachaca de Payaca tiene visitados mitmaes yungas, denominación que daban a los habitantes de las zonas bajas y cálidas, cercanas a la costa. Santa Cruz está cerca a Lambayeque. Es probable que estos mitmaes que poblaron Santa Cruz de Succhabamba fueran asimilados por Chondal e incorporados a la pachaca de Payaca" (p. 53)

Dentro de la reducción San Matías de Paiaca, De Fuentes introdujo 11 pachaquías: Paiaca, Pingomarca y Polloques de la waranga de Chondal, Zuruchuco, Guancamarca, Tacabamba y Tingomayo de la waranga de Bambamarca, ayambla de la waranga de Guzmango, Vacas de la waranga de Caxamarca y condesuyos y cañaris (porconeros) de la waranga de Mitmaes.

Después de San Matías de Paiaca, San Andrés de LLapa y San Miguel de Catamuche fueron las reducciones que tuvieron más pachaquías: el primero 6 y el segundo 5. Los otras 7 reducciones tuvieron entre 3 y 4 pachaquías. En total, existieron entre 48 y 50 pachaquías repartidas en estas 10 reducciones de 1565.

El primer proceso reductivo de 1565 quedó así:

1. San Matías Paiaca: Paiaca (Chondal), Pingomarca (Chondal), Polloques (Chondal) Condesuyos (mitmaes), Cañaris (mitmaes), Zuruchuco (Bambamarca), Guancamarca (Bambamarca), Tacabamba (Bambamarca), Tingomayo (Bambamarca), Ayambla (Guzmango), Vacas (Caxamarca), Condesuyo (Mitmaes) y Cañaris (Mitmaes)

2. San Agustín Cataxa: Guayocondo (Mitmaes), Paiaca (Chondal), Pingomarca (Chondal), Niepos (Chondal)

3. San Rafel de Niepos: Namogara (Caxamarca), Pingomarca (Chondal), Niepos (Chondal), Polloques (Chondal)

4. San Juan de Pingomarca: Pisso (Bambamarca), Pingomarca (Chondal), Polloques (Chondal), Niepos (Chondal)

5. San Joseph de Chanchán: Pingomarca (Chondal), Polloques (Chondal), Niepos (Chondal)

6. San Gregorio de Mozique: Chitón (Chuquimango), Pingomarca (Chondal) y Polloques (Chondal)

7. San Pedro de Livie: Chitón (Chuquimango), Chuad (Chuquimango), Polloques (Chondal)

8. San Miguel de Catamuche: Chalchadán (Guzmango), Paiaca (Chondal), Niepos (Chondal), Pingomarca (Chondal), Polloques (Chondal)

9. San Andrés de Llapa: Socad (Malcadán), Zuruchuco (Bambamarca), Tacabamba (Bambamarca), Paiaca (Chondal), Pingomarca (Chondal), Niepos (Chondal)

10. San Bernardo de Chumbil: Tacabamba (Bambamarca), Yscai (Bambamarca), Paiaca (Chondal), Niepos (Chondal)


Imagen 3: Pavimentación de la plaza de armas de San Miguel de Pallaques, a mediados del siglo XX, centro de la antigua reducción indígena.


Francisco Álvarez reduce 10 reducciones a 2 en Chondal en 1572. El segundo proceso reductivo.


Tan solo 7 años después del primer proceso reductivo, las autoridades coloniales llevaron a cabo un segundo proceso reductivo en 1572, esta vez ejecutado por Francisco Álvarez y por órdenes del virrey Francisco de Toledo. 

Álvarez redujo las 10 reducciones de De Fuentes de 1565 a tan solo 2San Miguel de Payaques y San Rafael de Niepos, es decir, suprimió las primeras y las introdujo en estas últimas. Las dos nuevas reducciones permanecieron a lo largo de toda la época colonial. 

San Rafael fue fundado al oeste de la actual provincia de San Miguel de Pallaques, mientras que San Miguel fue fundado en la parte este. Cada reducción tuvo entre 20 y 25 pachaquías, por lo tanto entre 1500 y 2500 pobladores nativos. Ambas reducciones tuvieron un cabildo indígena (cabildo = municipalidad hoy) con alcaldes, regidores, alguaciles, pregoneros, etc. Además, tuvieron iglesia (adscrita a San Francisco de Caxamarca), cárcel, tambo, tierras, tanto para los tributarios (entre 18 y 50 años edad) como colectivas.

La reducción San Miguel de Payaques de 1572 habría abarcado los actuales distritos de San Miguel, Calquis, Tongod, Llapa, Cochán, Tongod, Catilluc, ubicados al este de la actual provincia de San Miguel de Pallaques.

Fundaron San Miguel de Payaques en un sitio estratégico (como estaba escrito en las instrucciones de Toledo): 
  • Sureste: colindaba con San Pablo de Chalaques: desde aquí, pasando por las alturas de Chetilla y El Cumbe, se llegaba a la antigua capital colonial de Caxamarca. Por el sur con Guzmango. 
  • Norte: colindaba con Santa Cruz de Succhabamba: era la puerta de entrada a la macroetnia de Huambos (en el actual oeste de Chota).
  • Nor-oeste: colindaba con la waranga de Bambamarca: desde aquí se llegaba a Chachapoyas, o sea a la ceja de selva.
  • Este: colindaba con San Rafel de Niepos: la reducción indígena vecina, adyacente a la macroetnia Chimú.



 

Además de lo anterior, San Miguel de Payaques contaba con tierras fértiles, colindante a ríos y quebradas, caminos, montes, pastos, es decir, todo un conjunto de condiciones propicias para hacer posible la vida de los nativos en esta zona.

¿Qué fue una reducción indígena?, fue la congregación de varios pueblos en pocos. En el caso de Chondal, la reducción de varias pachaquías de distintas warangas dispersas por aquí y por allá, en llanuras y alturas, en un asentamiento urbano (San Miguel) con casas, alcaldía indígena, iglesia,  tierras y otros bienes y servicios. Las autoridades fundaron las reducciones porque, a través de ellas, administraban mejor el territorio y la población. 




Imagen 4: Alfonso Barrantes Lingán en la parte izquierda, al frente de la iglesia moderna de San Miguel, rodeado de sus paisanos. Alfonso es uno de los personajes más emblemáticos de la provincia: ex alcalde de Lima y ex candidato a la presidencia en 1985.

Españoles y criollos desposeen de tierras a indígenas de San Miguel de Payaques


Después de una primera gran migración de españoles a Caxamarca, a principios del periodo colonial, era un hecho que migrarían también a las recién fundadas reducciones indígenas de San Miguel de Payaques y San Rafael de Niepos, a pesar de que no podían hacerlo, por la política de separación entre república de españoles y de indios. En efecto, desposeyeron de tierras a los indígenas mediante diversos mecanismos: contratos de compra-venta, donaciones, testamentos, usurpaciones, las mismas que luego buscaron componerlas (legalizarlas). Es cierto que la corona otorgó tierras realengas o vacas a españoles en zonas adyacentes a reducciones indígenas, sin embargo, estos españoles migrantes se apoderaron también de las tierras de las reducciones, ilegalmente (algo parecido sucedió en San Antonio de Caxamarca). En efecto, Rodríguez (2016) menciona las que habrían sido las primeras desposesiones de tierras en la reducción de San Miguel entre 1601-1609: 4 caciques indígenas cedieron tierras de Catamuche a Alonso Sánchez Sotomayor, español, mediante “donación”.

Una vez asentados estos españoles y criollos en la reducción San Miguel de Payaques a principios del siglo XVII instalaron sus viviendas y centros de producción: obrajillos y chorrillos (pequeñas fábricas textiles), chácaras, estancias, haciendas, con ganadería y minas pequeñas y como necesitaron mano de obra nativa dentro de ellas,  iniciaron un proceso regresivo al de las reducciones: desconcentraron o dispersaron a la población nativa de las reducciones en los centros productivos. A la larga, éstos funcionaron como reducciones de facto y serían la base de los posteriores caseríos, centros poblados y distritos republicanos.


Imagen 5: Tejedora sanmiguelina. En tiempos coloniales hubo muchos obrajillos y chorrillos en San Miguel de Pallaques.

Conclusiones y reflexiones finales


Después de lo expuesto, concluimos en qué San Miguel de Payaques fue una reducción indígena fundada por el corregidor Francisco Álvarez en 1572 como parte de un segundo proceso reductivo. En este proceso, redujeron las 10 reducciones fundadas en 1565 a tan solo 2: San Miguel y San Rafael. Antes, De Fuentes redujo 10 reducciones a partir de más de 80 pueblos en promedio, uno de estos fue San Miguel de Catamuche.

Según Rodríguez (2016), San Miguel de Catamuche sería el antecedente exclusivo, inmediato o anterior a la reducción San Miguel de Payaques  y habría sido fundado por Francisco Pizarro en 1532. En ese sentido, San Miguel de Catamuche sería el “viejo pueblo” y San Miguel de Payaques el "nuevo pueblo". Sin embargo, después de revisar minuciosamente la sección documentos de Las visitas a Cajamarca nos dimos cuenta que la fundación de San Miguel de Catamuche fue parte del primer proceso reductivo de 1565 y, por lo tanto, no habría sido fundado por Francisco Pizarro en 1532. No existe no solo ningún documento de fundación de San Miguel de Catamuche por Pizarro, sino que  Pizarro no fundó reducciones indígenas.

¿Por qué San Miguel y por qué Pallaques? porque San Miguel de Payaques fue fundado a solo 10 km de la reducción suprimida de San Miguel de Catamuche. Y Pallaques porque era la pachaquía más importante de la reducción de San Miguel a fines del siglo XVI: payaques. Los payaques eran los más numerosos según los documentos y el cacique de esa pachaquía era el gobernador de San Miguel: Juan Payaque. ¿De paiaca a payaque?, sí, en Las visitas a Cajamarca notamos un cambio en el nombre: de paiaca a payaca, luego a payaque y, finalmente, aunque esto ya no está registrado, pudo ser a pallaque.

En efecto, algo parecido ocurrió con Porcón: Porcón no fue el nombre de la pachaquía originaria mitmae cañari sino el nombre del cacique a cargo de los mitimaes cañaris en Caxamarca. Las autoridades coloniales cambiaron el nombre de cañaris a porcón, es decir, por el nombre de su cacique, para diferenciarlos de los cañaris de Ecuador (ver mi artículo en este blog: “Porcón: mitimaes sin tierras”). Igualmente, las autoridades coloniales habrían querido diferenciar a San Miguel de Payaques del anterior pueblo suprimido San Miguel de Catamuche y, del mismo modo, identificar a San Miguel mediante la pachaquía más importante que tenía: payaque. De manera que quedó como San Miguel de payaque, San Miguel de Payaques, San Miguel de Pallaques.


Imagen 6: Úrsula Rojas Becerra, tejedora y partera sanmiguelina, en el centro de la foto, acompañada de dos vecinas sanmiguelinas suyas, en Lima, década del 60' del siglo XX. Úrsula fue más conocida como "mamita Úrsula" en el pueblo, tatarabuela del autor de este artículo.
Úrsula habría nacido en Sabaná, dentro de la antigua hacienda de Llapa, en la década del 70' del siglo XIX. Posteriormente,  migró a San Miguel. Su  primer compromiso fue Manuel Goicochea La Torre, administrador de la hacienda Libes, con quien tuvo como hija a Carmen Goicochea Rojas, también tejedora. Su segundo compromiso fue Juan Rivasplata, guardia local, con quien tuvo como hijo a Antonio Rivasplata.
Falleció en San Miguel en 1982, pasado los 100 años de edad. En paz descanse.



FUENTES:
  • Remy, María y Rostworoski, María (1992). Las visitas a Cajamarca 1571-72/1578. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
  • Remy, María (1981). Organización y cambios del reino de Cuismancu 1540-1570. En: Silva Santisteban, Fernando; Espinoza, Waldemar; Ravines, Roger (comp.) (1986). Historia de Cajamarca, siglos XVI-XVIII. Cajamarca: Fondo Editorial del Instituto Nacional de Cultura.
  • Rodríguez, José (2016). Una historia olvidada: El viejo pueblo de San Miguel de Catamoche en Cajamarca. Lima: GRAFILIB Impresiones SA.

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miércoles, 15 de marzo de 2023

Porcón: mitmaes sin tierras

Por Carlos Reyes Álvarez, maestrante en Historia de los Andes en FLACSO (Ecuador) y filósofo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

La frase mitimaes sin tierras es una metáfora que alude a un problema que los porconeros enfrentaron durante la época inca, colonial y al menos 150 años durante la república: no haber tenido tierras. Decimos mitmaes porque fueron traidos bajo ese sistema, por orden del inca, desde el sur del Ecuador hasta las alturas del valle Cajamarca y, si bien el inca les asignó tierras para vivir, no fueron dueños de ellas. El sistema de mitmaes dejó de funcionar durante la época colonial y desde entonces, los porconeros se convirtieron en mitayos y, posteriormente, en yanaconas.

Este texto corto es el resultado de una investigación a partir de información secundaria y dispersa que hemos intentado conectar. Muchas de las hipótesis vertidas aquí tendrían que ser corrobaradas con fuentes primarias. No obstante, es un primer ejercicio de comprensión de la evolución histórica de Porcón. Fue escrito en vísperas de la tradicional Fiesta de las Cruces, en marzo de 2023.

Mitmaes en tierras caxamarcas. Los porconeros en tiempos de los incas.

El origen de Porcón data de tiempos prehispánicos: eran miembros de la etnia cañari del sur del actual Ecuador, pero fueron traslados en calidad de mitmaes, por orden del Inca Túpac Yupanqui, hasta las alturas del valle de Cajamarca. Claro está que solo fue un grupo del total de la etnia. Además, si bien se les asignó tierras para vivir y producir en su nuevo establecimiento, no fueron dueños de ellas. En el caso de estos cañaris, fue para que cumplan funciones militares y de espionaje: para que vigilen y controlen a la población de Caxamarca. 

Pero los cañaris no fueron los únicos mitimaes serranos con funciones militares en territorio Caxamarca, habían otros cumpliendo la misma función: los huayucuntus (también del norte), quechuas y cuntisuyos (del sur) que en conjunto formaron una waranga: la de mitimaes o una waranga de migrantes (waranga = etnia con mil pobladores). La entonces gran macroetnia de Caxamarca estaba conformada por 7 warangas.

Los cañaris son conocidos en la historiografía por haber sido colaboradores de los españoles durante la conquista (revisar: Araneda, Pedro, 2021) pero no todos, solo algunos colectivos de esta etnia. Se sabe que estuvieron del lado de Huáscar en la guerras civiles incaicas y, por eso, eran enemigos de Atahualpa. Se cuenta que acompañaron a los españoles en su recorrido desde Tumbes hasta Cajamarca. No obstante, no sabemos cuál habría sido el rol de los cañaris de Porcón en este proceso. Lo cierto es que estuvieron presentes, en el lugar de los hechos o cercanamente, ese fatídico 16 de noviembre de 1532 en Cajamarca.


Imagen 1: Mitmaes al servicio del inca

Obrajeros al servicio del hospital. Los porconeros en tiempos coloniales.

Después de la captura de Atahualpa, Pizarro le entregó las 7 warangas de Caxamarca (el centro y sur de la actual región) como encomienda-premio al conquistador español Melchor Verdugo en 1535, desde entonces este encomendero recibió tributos en especies de los nativos, y los cañaris, como miembros de la waranga de mitmaes, también le tributaron.

En la visita de Barrientos de 1540 los cañaris fueron empadronados como miembros de la waranga de mitimaes. En el documento aparece su cacique o jefe de grupo de nombre Porcón y su cacique o jefe de waranga de nombre Puculla. Aquí podemos hallar el motivo del cambio de nombre de la etnia: de cañari a porcón: adoptaron el nombre de su curara o jefe. Creemos que fue porque con el nombre de Porcón y el gentilicio de porconeros se los diferenciaba de los otros cañaris (al respecto, revisar: Espinoza, Waldemar, el primer informe etnológico, en Historia de Cajamarca, 1986)

Después de las guerras de conquista y en un ambiente más estable y propicio, las autoridades coloniales ordenaron la fundación de reducciones indígenas al interior de la encomienda de las 7 warangas de Caxamarca. Con estas reducciones concentrarían a los cientos de pueblos dispersos en alturas y llanuras y alejados unos de otros, en asentamientos urbanos más accesibles. El primer proceso reductivo fue ejecutado por Juan de Fuentes, por orden del gobernador Lope García de Castro, en 1565. En este proceso De Fuentes redujo 500 pueblos a 43 y en este proceso también fundó la reducción San Antonio de Caxamarca en el centro del actual distrito de Cajamarca (se podría decir que fue la reducción más importante de las 7 warangas). Según la visita de 1571, el reductor De Fuentes ubicó a las pachaquías de mitmaes cañaris en 4 pueblos: San Antonio de Caxamarca, Santistevan de Chetilla, San Sebastián Cacaden y San Matía. Es decir, los cañaris compartieron espacio en un mismo pueblo con otras pachaquías o etnias de las 7 warangas.

El segundo proceso reductivo fue ejecutado por Francisco Álvarez de Cueto, por orden del virrey Francisco de Toledo entre 1572-1574, lamentablemente el documento de esta visita o reducción no la hallan los historiadores, por lo que no sabemos si estas pachaquías de mitmas cañaris se mantuvieron en los pueblos que De Fuentes redujo, fueron trasladados a otros pueblos o retornaron a las alturas del valle (algunos o todos), aunque esta última opción es la más probable.

Melchor Verdugo fallece en 1567 y queda a cargo de la encomienda su viuda, Jordana Mejía. Ella, además de seguir siendo rentista (recibir tributos en especie de los nativos) se convierte en empresaria textil: funda dos grandes obrajes: en Cajamarca y en Porcón. No sabemos cuál fue la fecha de la fundación del segundo obraje, pero es altamente probable que, reducidos en el primer y segundo proceso, los cañaris hayan regresado a su lugar habitual, en las alturas del valle o, la misma Jordana, se tomó la atribución de llevarlos hasta allí, de manera que luego los adscribió al obraje. Recordemos que los encomenderos se opusieron a las reducciones: les disminuyó poder sobre los nativos.

Los obrajes eran fábricas textiles que los españoles instalaron sobre pueblos con tradición textil prehispánica, quienes pasaron a ser, como en el caso de Porcón, mitayos dentro de ellas (mitayo = mano de obra forzada). Por eso nos preguntamos: ¿los porconeros cumplieron funciones militares pero, a la misma vez, fueron grandes tejedores desde tiempos incas y preincas? Puede que sí.

Jordana Mejía dejó el obraje de Porcón en manos de su sobrino político Nicolás de Mendoza Vargas y Ribera cuando falleció en 1602, pero ordenó que al morir éste el obraje pase a manos de la reducción indígena San Antonio de Caxamarca y con una indicación específica: que sus ingresos sostengan el hospital de indios, administrado por la orden religiosa bethlemita. Se dice que esta acción benefactora fue para pagar el perdón de los pecados de su esposo Verdugo.

Es probable que este obraje haya funcionado bien desde su fundación, a fines del siglo XVI hasta 1678, pues en esta última fecha se produjo un terremoto en Lima que afectó a la economía textilera del norte. No obstante, pudo recuperarse para el siguiente siglo, el XVIII. Según Gaitán (2012), los obrajes tuvieron éxito hasta finales de este último siglo, luego entraron en crisis otra vez por el ingreso de textiles europeos. En ese sentido, creemos que los obrajes funcionaron bien al menos hasta el descubrimiento de las minas de Hualgayoc en 1772, el cual habría generado un segundo boom económico para los propietarios y arrendatarios de obrajes y haciendas a fines del periodo colonial. Y probablemente, los mayores abusos hacia los trabajadores porconeros se produjeron en estos años. Según Silva Santisteban:

"En este obraje se cometieron muchísimos abusos contra los indios; estos trabajaban encadenados a un tronco, azuzados constantemente por el látigo del obrajero y por un periodo de mita o de castigo, irrevocables, hasta que ya no podían trabajar o hasta que de muertos se les separaba de sus colleras. En varias oportunidades intentaron rebelarse, consiguiendo solo agravar su trato, hasta que en 1821 se sublevaron contra el arrendatario, destruyendo el obraje y arrasando con la casa hacienda…" (Silva Santisteban, 1986, p. 185)

Silva Santisteban menciona que estos abusos se debieron a toda la carga de impuestos que pesaba sobre el arrendatario: se hacía cargo del arriendo (que iba a la caja de comunidad de la reducción indígena San Antonio de Caxamarca para el mantenimiento del hospital), además se hacía cargo de los tributos, diezmos y salarios de los trabajadores nativos, entre otros impuestos. Deduciendo todo lo anterior les quedaba la ganancia. No obstante, nada justificaba que estas condiciones de explotación se produjesen.

A mediados del siglo XVIII el obraje de Porcón habría tenido 75 tornos y 6 telares, un galpón de sesenta varas de largo por seis de ancho, en donde producían pañetes, bayetas, frazadas y jergas. Además, habría tenido 17 181 cabezas de ganado ovino (una alta cantidad, lo que indica su éxito en este periodo). De hecho, Deere (1992) considera que, tradicionalmente, Porcón tuvo la ganadería de ovino más grande de la región (esta conexión entre ganadería de ovinos se debe a que brindaban la lana necesaria para los tejidos de los obrajes). También es posible que en estos años de fines del siglo XVIII el obraje de porcón haya crecido o transformado, de manera que se convirtió en hacienda o, mejor dicho, en obraje-hacienda. Y, así mismo, por la mayor explotación, sus trabajadores dejaron de ser mitayos y se convirtieron en yanaconas.


Imagen 2: Antiguo hospital de Belén en Cajamarca

Primera revuelta por tierras. Los porconeros en la independencia.

La producción de tejidos en la región, a pesar de sus altibajos desde el periodo colonial temprano, parece que fue una actividad permanente, hasta hoy. En el proceso de independencia, Cajamarca colaboró a través de muchos bienes con las tropas de Simón Bolívar, entre ellos textiles: paños, lienzos, bayetas, tocuyos, etc., para el vestuario de las tropas, muchos de los cuales habrían provenido del obraje de Porcón (sobre la contribución, revisar: Villanueva, Horacio, 1989).

Según Espinoza (2007), Miguel de Sarachaga fue el arrendador de la hacienda de Porcón durante los años de la independencia. El historiador sostiene que en este contexto los trabajadores de Porcón realizaron una especie de huelga: dejaron de trabajar, causaron destrozos y exigieron que al menos la mitad de las tierras del obraje les sean asignadas como tierras de comunidad (ya que en ese momento los criollos independentistas reconocieron legalmente a comunidades indígenas y sus tierras). Los religiosos bethlemitas les responden que dichas tierras no son de comunidad:

"Fray Fernando reafirma que los porconeros se habían conservado en esa condición, con perfecto conocimiento que dentro de los lindes de la hacienda no tenían señalado ningún espacio, ni siquiera un palmo de superficie que pudiesen denominarle de comunidad. Que en la documentación presentada nunca aparecen visitados ni revisitados (empadronados) como tales por corregidor alguno ni juez comisionado de mensuras de tierras, sino siempre «como sirvientes de Porcón» y jamás como comunidad [la negrita es nuestra]. La integridad de habitantes conocía a la perfección los linderos de esta hacienda, límites correctamente saneados con el testimonio de ancianos peritos, siempre costeados por la institución hospitalaria, y durante las cuales ni una sola vez se vio la intervención de esa comunidad fantasma. En los 140 y tantos años que los betlemitas permanecían en Cajamarca esta es la primera vez que los yanaconas aparecían con tan caprichosas novedades" (Espinoza, 2007, p. 206)

Por lo anterior, deducimos que los entonces mitmaes cañaris fueron adscritos, por Jordana Mejía, como mitayos dentro del obraje de Porcón a fines del siglo XVI, pero nunca se les entregó dichas tierras como tierras de comunidad, eran solo ocupantes en tanto trabajadores. Algo parecido ocurrió en el periodo inca: se les asignó tierras para vivir y producir en las alturas del valle, bajo el sistema de mitmaes, pero no fueron dueños de ellas tampoco. Esta cita nos permite afirmar nuestra hipótesis inicial: que fueron mitmaes y, posteriormente, mitayos y yanaconas sin tierras


Imagen 3 (referencial): Indígenas durante el periodo de independencia

Segunda revuelta por tierras. Los porconeros en la independencia.

El obraje-hacienda de Porcón continuó funcionando en la primera mitad del siglo XIX, después de la independencia, con mayores tierras. A diferencia de Gaitán (2012), quien dice que hubo una crisis generalizada de los obrajes durante el siglo XIX, nosotros pensamos que a pesar de ello la producción de tejidos se mantuvo en muchos. En el caso de Porcón, creemos que pudo haber abastecido de tejidos y otros productos de la hacienda al primer boom de las plantaciones de azúcar de la costa norte (1850-1870) y, además, no dejó de hacerlo a las minas de Hualgayoc. Luego sobrevino otra crisis: la guerra con Chile, que pudo haber menguado la economía de la región y paralizado actividades. No obstante, después de este episodio, o sea a fines del siglo XIX e inicios del XX, se da un segundo boom económico de las plantaciones de azúcar de la costa norte y del caucho en la Amazonía vecina, durante este periodo el obraje-hacienda de Porcón pudo haber resurgido otra vez, aunque notamos un cambio: su gran ganadería de ovinos declinó. Deere (1992) menciona que hay un descenso de este ganado en Porcón: de 12,500 cabezas a 7,000 mil entre 1855 y 1911. Nosotros creemos que dicha reducción se debió al golpe de la guerra y a que, según parece, los arrendatarios introducen la ganadería de vacuno para abastecer de carne, leche y otros productos a las plantaciones azucareras.

Sobre lo mencionado anteriormente, identificamos que, durante el mayor auge del segundo boom de las plantaciones de azúcar de la costa norte, entre 1914 y 1918, Federico Rojas y esposa, arrendatarios de Porcón, elevan las rentas a más de 10 mil soles anuales desde los 3,010 soles anuales que José Sousa, arrendatario, pagaba entre 1875-1884, fechas que coincidieron con el periodo de guerra (revisar: Deere, Carmen, 1992).

Deere (1992) menciona que las tierras de Porcón crecieron de forma impresionante desde que fue fundado como obraje desde el siglo XVI hasta el siglo XX, convertido en obraje-hacienda: tenía 87 hectáreas en 1670 y creció durante 1689, 1780 y 1822, hasta alcanzar 28 mil hectáreas a principios del siglo XX. No sabemos si fueron los alcaldes o caciques de la reducción San Antonio de Caxamarca (dueños del obraje-hacienda), los religiosos betlemitas (administradores del hospital) o los arrendatarios quienes expandieron los terrenos de Porcón. O quizá fue acción de todos juntos. Pero sí sabemos que lo hicieron en base a la estrategia de litigios con haciendas vecinas: Negritos, Combayo, Chamis, entre otras. 

Al igual que en los primeros años de la república, entre 1926 y 1950 el estado peruano inició un proceso de reconocimiento legal de las comunidades indígenas y sus tierras, pues unos años antes, a fines del siglo XIX, se había producido un proceso de usurpación de tierras por parte de hacendados y monopolizaron, no solo tierras, también la mano de obra de los campesinos dentro de ellas, lo que impedía el desarrollo del capitalismo en el país. Sería clave saber si Porcón entró en este listado, no lo sabemos. En Cajamarca región se reconocieron a 36 comunidades indígenas y en Cajamarca provincia a 9. Pero todo indica que, por los mismos motivos que los bethlemitas adujeron en tiempos de la independencia, Porcón no fue reconocida como comunidad indígena: siguieron siendo mitimaes-mitayos-yanaconas sin tierras.

La Beneficencia Pública de Cajamarca, quien administraba el obraje de Porcón desde 1847, en reemplazo de la extinguida reducción indígena San Antonio de Caxamarca y retiro de la orden bethlemita, divide a Porcón en dos en 1950: Porcón Alto con 14 mil hectáreas y se lo entrega a la empresa extranjera Servicio Cooperativo Interamericano para la Producción de Alimentos (SCIPA). Dicha empresa contrató a algunos porconeros residentes allí y a otros les pidió que abandonen la zona, pero éstos se resistieron y provocaron una serie de protestas. Aunque no conocemos los detalles ni la dimensión de éstas, creemos que esta habría sido una segunda lucha por la tierra de los porconeros, pues la primera fue en tiempos de la independencia (y es casi seguro que hayan existido otras más). Por otro lado, la Beneficencia vende las tierras de Porcón Bajo a los mismos porconeros que la ocupaban, por lo que se convierten en propietarios individuales (hasta hoy). Con la reforma agraria impulsada por el gobierno de Velasco Alvarado entre 1969-1974, Porcón Alto se parceló y entregó a sus ocupantes, los mismos que la convirtieron, unos años después, en la Cooperativa Agraria de Trabajadores Atahualpa Jerusalén, administradora hoy de la famosa Granja Porcón.


Imagen 4 (referencial): Protesta de un pueblo indígena durante la república

Porcón: milenarios vigilantes del valle de Caxamarca. Reflexiones finales.

El caso de Porcón nos parece sui generis en la región: tuvo un proceso distinto al de otros pueblos. Primero, porque los cañaris llegaron como mitmaes, es decir como migrantes por orden del inca y, si bien se les adscribió tierras en las alturas del valle, no fueron dueños de ellas. Posteriormente, la encomendera española Jordana Mejía los adscribió al obraje de Porcón como mano de obra pero no como dueños de tierras y desde entonces, trabajaron bajo las órdenes de un arrendatario (inquilino) ya que el obraje era propiedad de la reducción indígena San Antonio de Caxamarca para el sostenimiento del hospital. Sin embargo, el obraje funcionó, desde los primeros tiempos coloniales, como algo bastante parecido a una reducción: tuvo viviendas, tierras y animales para el autoconsumo, caminos, iglesia, cárcel, entre otros bienes y servicios. Por lo anterior, sostenemos, desde un inicio, que fueron mitmaes y, luego mitayos y yanaconas sin tierras.

Por otro lado, identificamos que dueños y arrendatarios implantaron dos políticas en Porcón: una, de expansión de las tierras del obraje en base a litigios con propiedades vecinas para ampliar la producción y, por lo tanto, las ganancias, por lo que convirtieron al obraje en obraje-hacienda y dos, de confinamiento: no permitieron que los porconeros salgan de los linderos del obraje-hacienda (es una hipótesis que debe ser corroborada con documentos). Recordemos que existió un fenómeno peculiar en el periodo colonial: el del forasterío: los nativos migraban de un pueblo a otro para escapar del tributo, la mita y el yanaconaje, o sea de la explotación, algo que los dueños y arrendatarios del obraje de Porcón, probablemente, quisieron evitar. Por ello sostenemos que esta política de confinamiento es la que explica, de alguna forma, porque los porconeros mantienen, hasta ahora, dos marcadores culturales particulares: la vestimenta tradicional y el idioma (el quechua), aunque claro está que actualmente ya no todos usan traje típico y ya muchos son bilingües y multilingües. Además, porque los porconeros han forjado tradiciones y costumbres muy propias dentro del obraje-hacienda, como la famosa Fiesta de las Cruces.


Imagen 5: Tradicional Fiesta de las Cruces de Porcón

Fuentes:

  • Araneda, Pedro (2021). Crónicas de una incursión desastrosa: la llegada incaica a tierras cañaris y la posterior ayuda de los cañaris a los españoles, tesis de licenciatura. Lima: PUCP.
  • Deere, Carmen (1992). Familia y relaciones de clase. El campesinado y los terratenientes en la sierra norte del Perú, 1900-1980. Lima: IEP.
  • Espinoza Soriano, W. (2007). Reacción de los indígenas de Cajamarca frente a la Independencia de Trujillo y Lima, 1821- 1822. Investigaciones Sociales, 11(18), 179–220.
  • Gaitán, Evelio (2012). La plaza mayor de San Antonio de Cajamarca. Lima: Fondo Editorial de Lumina Cooper.
  • Silva Santisteban, Fernando; Espinoza, Waldemar; Ravines, Roger (comp.) (1986). Historia de Cajamarca, siglos XVI-XVIII. Cajamarca: Fondo Editorial del Instituto Nacional de Cultura.
  • Rostworowski, María (2017). Etnias forasteras en la visita toledana a Cajamarca. En: Ensayos acerca del periodo colonial inicial, 1520-1570. Lima: IEP.

Links de imágenes: 

Imagen 1: https://diarioelinformativo.com/mitimaes-o-mitmacunas

Imagen 2: https://acortar.link/5SCo5h

Imagen 3: https://acortar.link/WCmdv1

Imagen 4: https://acortar.link/SCKevl

Imagen 5: https://acortar.link/mzzkOp



sábado, 4 de marzo de 2023

La primera gran migración de españoles a Cajamarca en siglo XVII



Por Carlos Reyes Álvarez, maestrando en Historia de los Andes en FLACSO (Ecuador) y filósofo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.


Este texto breve forma parte de la investigación que realizo como parte de mi tesis de maestría en Historia de los Andes en FLACSO, Ecuador, que quiero compartir con el público. No es ningún descubrimiento de nada: es parte del sentido común saber que este pueblo fue habitado por españoles en algún momento del pasado, sin embargo, se sabe poco de ellos: en qué momento llegaron, en qué condiciones y con qué propósitos. 


El primer español de mayor poder en Cajamarca fue Melchor Verdugo, conquistador, presente en la captura de Atahualpa el 16 de noviembre de 1532. Pizarro le entregó, como premio, la encomienda de Caxamarca con 7 grandes organizaciones étnicas. A cambio de esta adjudicación de indios (no de tierras) él tenía el deber de evangelizarlos y a cambio recibiría tributos en especies y, en menor medida, en metal. Se sabe que residió en Trujillo pero habría venido en algunas oportunidades aquí y, también, tenía mayordomos o administradores. Murió en 1567 sin descendencia, pero dejó una viuda: Jordana Mejía, una de las encomenderas más poderosas de la época.


Poco después de la conquista, se encontraban residiendo 7 familias españolas en 1565, 14 familias españolas en 1572 y la misma cantidad en 1597, es decir un aproximado de 70 españoles vivían entre 1565 y 1597 en Cajamarca, años inmediatamente posteriores a la conquista de 1532. Podrían haber sido los mayordomos de Verdugo, evangelizadores, así como autoridades civiles y sus trabajadores, familiares y comerciantes de paso, entre otros. Como podemos ver no eran muchos, sin embargo, esto cambió para el siguiente siglo, el XVII (1601-1700).


Después de las reformas del virrey Toledo (1569-1581) mediante las cuales crea las condiciones necesarias del terreno: estabilidad, tranquilidad, regulación de trabajos y roles para la convivencia (lo que hoy nuestros políticos llamarían “estado de derecho” o “paz social”) se aprecia una presencia cada vez mayor de españoles en Cajamarca: para 1615 se registran 100 familias españolas, es decir, cerca de 500 individuos, para 1644 cerca de 900 individuos y para 1675 la cifra aumentó a 4 mil. Nosotros consideramos que esta es la primera gran oleada migratoria de españoles a esta ciudad y se habría dado por fases desde 1572 hasta 1687 aprox. Según Espinoza, estos españoles habrían sido en su mayoría migrantes pobres, es decir, vinieron a labrarse un futuro, concientes también de que no volverían más a España debido, entre otras cosas, a lo lejano del viaje (cerca de 4 a 5 meses en embarcación y pasando una y mil peripecias en el trayecto). Según el inventario documental de causas civiles del corregimiento de Cajamarca, editado por el Archivo Regional de Cajamarca, estos españoles fueron de Sevilla, Segovia, Andalucía, Valladolid, Madrid, Islas Canarias, entre otras regiones, por lo que podemos deducir que esta primera oleada migratoria vino del centro y sur de España.


Estos primeros españoles encontraron atractiva a Cajamarca por varias razones: una ciudad de los Andes no tan alta (2750 msnm), clima templado, adyacente a la costa, ceja de selva y el marañón, abundante agua, con suelos fértiles, pampas para la ganadería, minas pequeñas, mano de obra india, tradición textil para obrajes (fábricas textiles) así como una ubicación estratégica para el comercio: aquí se entrelazaban las vías del cápac ñan: de sur a norte, de oeste a este y viceversa (dichas vías funcionaron hasta el periodo republicano a falta de carreteras modernas). En efecto, fueron estas características las que fueron aprovechadas para que estos migrantes llevaran acabo un primer despegue económico regional o local durante el periodo colonial.


Estos primeros españoles en Cajamarca crearon un microcosmos a su favor: primero desposeen de la tierra a los indígenas mediante distintos mecanismos: mercedes, compra-venta, donaciones, usurpaciones, etc. La tierra bajo su control les permitía dos cosas: espacio para vivir y generar actividades económicas. En efecto, en dichas tierras instalaron sus casas y fundaron obrajes (fábricas textiles) aprovechando la gran tradición textil prehispánica de la zona y la gran venta que los tejidos tenían en el virreinato: bayetas, frazadas, sayales, jergas, paños, sombreros, entre otros, además al lado de los obrajes tenían extensas pampas para el ganado ovino, el cual proporcionaba lana, y para la agricultura de maíz, trigo, papa, alfalfa. Según Silva Santisteban, los obrajes más grandes e importantes a principios del siglo XVII, con dueños españoles o criollos, eran los de Cajamarca, Porcón, Combayo y Polloc.


Por otro lado, reactivaron el comercio (activo en el periodo prehispánico e interrumpido por las guerras de conquista; los caxamarcas eran grandes comerciantes): recepcionaban los productos que venían desde Lima así como de zonas de producción periféricas para intercambiarlos, además extraen plata de la mina de Chilete (de baja escala), entre otras actividades. Aprovechan también la mano de obra local mediante la mita: trabajo obligatorio de los indios en favor de un español durante un periodo de tiempo y la esclavitud negra, la misma que llega a Cajamarca en estos años y servirá no solo para la región, también para las florecientes plantaciones de azúcar de Saña en Lambayeque.


En este contexto de principios del siglo XVII, ubicamos la figura de uno de los españoles más adinerados del momento: Baltazar Hurtado del Águila, al parecer un prestamista o financista local: en el inventario documental del Archivo aparece cobrando muchas deudas, además, aparece como el prestamista de los más de 100 solicitantes de composición de tierras en 1644 (composición = legalización). Su hijo, Baltazar Hurtado de Chávez, criollo cajamarquino, heredaría la fortuna y también las deudas.


Algo importante que anotar, es que este establecimiento de españoles en Cajamarca estaba legalmente prohibido: Cajamarca fue fundada como pueblo de indios primero por el gobernador Lope García de Castro (1565) y luego reafirmado por el virrey Francisco de Toledo (1572), esto bajo la política de separación de la república de indios y de españoles. En un pueblo de indios no podían vivir españoles: solo se les permitía estar de paso, de uno hasta tres días. No obstante, estos españoles residen permanentemente, desposeen de la tierra a los indígenas y transforman el pueblo de indios en una villa española mestiza de facto (informal), en donde además construyen su propia parroquia: Santa Catalina (hoy Catedral). La corona dispone que Cajamarca sea elevada de pueblo de indios a ciudad (sin pasar por la condición "intermedia" de villa) recién en 1808. Por esta razón, existió durante todo el periodo colonial un cabildo de indios (cabildo = municipalidad hoy) pero no cabildo de españoles, así mismo, el traspaso de tierras de indios a españoles se dio mediante diversos mecanismos entre 1572 y 1643 que luego compusieron (legalizaron) en 1644. No obstante, unos años más tarde, dichas composiciones fueron anuladas y tuvieron que recurrir a testamentos en 1678. La naturaleza jurídica de pueblo de indios de Cajamarca fue un problema que los españoles acarrearon durante toda la colonia.


La presencia de los españoles en la localidad provocó el primer proceso de mestización en este periodo: fenómeno que va transformando o desapareciendo a una parte de la población india. Recordemos que la mestización podía ser una herramienta de los nativos para la lucha contra la explotación: siendo indios pagaban tributos al encomendero (después a la corona), eran trasladados a la mita, siendo mestizos no pagaban tributos ni iban a la mita. En el inventario documental del Archivo aparece un mestizo: Diego de Álvarez, de Chota, hijo del español Alonso Álvarez y de la india Beatriz Julca, solicitando su reconocimiento como mestizo en 1643. No obstante este proceso de mestización, es bueno anotar que la población india nunca desaparece por completo ni disminuye dramáticamente, siempre fue la población mayoritaria en términos de porcentaje desde los primeros años de la conquista hasta la actualidad (ahora llamados "campesinos"). Los historiadores remarcan que esta es una característica muy propia de la región.


Entre estos españoles que vivieron a principios del siglo XVII en Cajamarca y que generaron este microcosmos político-económico-cultural mencionado, también habría existido españoles que no lograron conseguir, en este periodo, tierras, dinero o poder, entre ellos trabajadores, vagabundos y delincuentes, figuran el ya mencionado prestamista Baltazar Hurtado del Águila, además: Antonio Ibáñez, María de Arnaga, Joan de la Cuba, Andrés de la Torre, Jerónimo de Vargas, Fernando Caballero, Francisco Pérez, Juan Ruiz, Pedro de Chávez, Francisco Gutiérrez, Gregoria de la Serna, Agustina Hernández, Francisco Céspedes, Úrsula de Vera, María Correa, Cristóbal de Alvarado, Diego Sánchez, Martín Gómez Camacho, María de Acuña, Benito Vásquez, Cristóbal Zapata, Antonio Díaz, María Urteaga, Juan Martín de Goicochea, Artux de Quiroz, Leonor de Bonilla, Francisco Bautista, Alonso Muñoz, Bartolomé de Cabrera, Pedro Bautista Vigo, entre otros tantos.


Muchos de ellos fallecen en Cajamarca y dejan testamentos, los mismos que se encuentran en el Archivo Regional de Cajamarca y que podrían servir para conocer un poco más, no solo de los bienes, sino de las parentelas y actividades de estos primeros españoles en Cajamarca.


Finalmente, desde nuestra hipótesis (con aún mucho por investigar) esta primera gran migración que provocó este primer despegue económico habría durado hasta 1687 aprox. cuando se produce un gran terremoto en Lima y Lima era, junto a Potosí, un gran motor económico en todo el virreinato. Pudo haber sobrevenido una depresión (aunque no sabemos si la producción de tejidos y mercancías encontraron otros mercados que ayudaron a mantener más o menos estable la economía) que habría durado hasta el descubrimiento de las minas de Hualgayoc en 1771, momento en el cual se da un 2do boom económico con la aparición, además, de las grandes haciendas agrícolas-ganaderas y una 2da oleada migratoria de españoles, esta vez muchos provenientes de Santander, Navarra, Galicia, Andalucía, Vizcaya y Cataluña (de este último lugar fue el famoso Miguel de Espinach y sus sobrinos Iglesias) ya casi al final del periodo colonial.