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miércoles, 15 de marzo de 2023

Porcón: mitmaes sin tierras

Por Carlos Reyes Álvarez, maestrante en Historia de los Andes en FLACSO (Ecuador) y filósofo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

La frase mitimaes sin tierras es una metáfora que alude a un problema que los porconeros enfrentaron durante la época inca, colonial y al menos 150 años durante la república: no haber tenido tierras. Decimos mitmaes porque fueron traidos bajo ese sistema, por orden del inca, desde el sur del Ecuador hasta las alturas del valle Cajamarca y, si bien el inca les asignó tierras para vivir, no fueron dueños de ellas. El sistema de mitmaes dejó de funcionar durante la época colonial y desde entonces, los porconeros se convirtieron en mitayos y, posteriormente, en yanaconas.

Este texto corto es el resultado de una investigación a partir de información secundaria y dispersa que hemos intentado conectar. Muchas de las hipótesis vertidas aquí tendrían que ser corrobaradas con fuentes primarias. No obstante, es un primer ejercicio de comprensión de la evolución histórica de Porcón. Fue escrito en vísperas de la tradicional Fiesta de las Cruces, en marzo de 2023.

Mitmaes en tierras caxamarcas. Los porconeros en tiempos de los incas.

El origen de Porcón data de tiempos prehispánicos: eran miembros de la etnia cañari del sur del actual Ecuador, pero fueron traslados en calidad de mitmaes, por orden del Inca Túpac Yupanqui, hasta las alturas del valle de Cajamarca. Claro está que solo fue un grupo del total de la etnia. Además, si bien se les asignó tierras para vivir y producir en su nuevo establecimiento, no fueron dueños de ellas. En el caso de estos cañaris, fue para que cumplan funciones militares y de espionaje: para que vigilen y controlen a la población de Caxamarca. 

Pero los cañaris no fueron los únicos mitimaes serranos con funciones militares en territorio Caxamarca, habían otros cumpliendo la misma función: los huayucuntus (también del norte), quechuas y cuntisuyos (del sur) que en conjunto formaron una waranga: la de mitimaes o una waranga de migrantes (waranga = etnia con mil pobladores). La entonces gran macroetnia de Caxamarca estaba conformada por 7 warangas.

Los cañaris son conocidos en la historiografía por haber sido colaboradores de los españoles durante la conquista (revisar: Araneda, Pedro, 2021) pero no todos, solo algunos colectivos de esta etnia. Se sabe que estuvieron del lado de Huáscar en la guerras civiles incaicas y, por eso, eran enemigos de Atahualpa. Se cuenta que acompañaron a los españoles en su recorrido desde Tumbes hasta Cajamarca. No obstante, no sabemos cuál habría sido el rol de los cañaris de Porcón en este proceso. Lo cierto es que estuvieron presentes, en el lugar de los hechos o cercanamente, ese fatídico 16 de noviembre de 1532 en Cajamarca.


Imagen 1: Mitmaes al servicio del inca

Obrajeros al servicio del hospital. Los porconeros en tiempos coloniales.

Después de la captura de Atahualpa, Pizarro le entregó las 7 warangas de Caxamarca (el centro y sur de la actual región) como encomienda-premio al conquistador español Melchor Verdugo en 1535, desde entonces este encomendero recibió tributos en especies de los nativos, y los cañaris, como miembros de la waranga de mitmaes, también le tributaron.

En la visita de Barrientos de 1540 los cañaris fueron empadronados como miembros de la waranga de mitimaes. En el documento aparece su cacique o jefe de grupo de nombre Porcón y su cacique o jefe de waranga de nombre Puculla. Aquí podemos hallar el motivo del cambio de nombre de la etnia: de cañari a porcón: adoptaron el nombre de su curara o jefe. Creemos que fue porque con el nombre de Porcón y el gentilicio de porconeros se los diferenciaba de los otros cañaris (al respecto, revisar: Espinoza, Waldemar, el primer informe etnológico, en Historia de Cajamarca, 1986)

Después de las guerras de conquista y en un ambiente más estable y propicio, las autoridades coloniales ordenaron la fundación de reducciones indígenas al interior de la encomienda de las 7 warangas de Caxamarca. Con estas reducciones concentrarían a los cientos de pueblos dispersos en alturas y llanuras y alejados unos de otros, en asentamientos urbanos más accesibles. El primer proceso reductivo fue ejecutado por Juan de Fuentes, por orden del gobernador Lope García de Castro, en 1565. En este proceso De Fuentes redujo 500 pueblos a 43 y en este proceso también fundó la reducción San Antonio de Caxamarca en el centro del actual distrito de Cajamarca (se podría decir que fue la reducción más importante de las 7 warangas). Según la visita de 1571, el reductor De Fuentes ubicó a las pachaquías de mitmaes cañaris en 4 pueblos: San Antonio de Caxamarca, Santistevan de Chetilla, San Sebastián Cacaden y San Matía. Es decir, los cañaris compartieron espacio en un mismo pueblo con otras pachaquías o etnias de las 7 warangas.

El segundo proceso reductivo fue ejecutado por Francisco Álvarez de Cueto, por orden del virrey Francisco de Toledo entre 1572-1574, lamentablemente el documento de esta visita o reducción no la hallan los historiadores, por lo que no sabemos si estas pachaquías de mitmas cañaris se mantuvieron en los pueblos que De Fuentes redujo, fueron trasladados a otros pueblos o retornaron a las alturas del valle (algunos o todos), aunque esta última opción es la más probable.

Melchor Verdugo fallece en 1567 y queda a cargo de la encomienda su viuda, Jordana Mejía. Ella, además de seguir siendo rentista (recibir tributos en especie de los nativos) se convierte en empresaria textil: funda dos grandes obrajes: en Cajamarca y en Porcón. No sabemos cuál fue la fecha de la fundación del segundo obraje, pero es altamente probable que, reducidos en el primer y segundo proceso, los cañaris hayan regresado a su lugar habitual, en las alturas del valle o, la misma Jordana, se tomó la atribución de llevarlos hasta allí, de manera que luego los adscribió al obraje. Recordemos que los encomenderos se opusieron a las reducciones: les disminuyó poder sobre los nativos.

Los obrajes eran fábricas textiles que los españoles instalaron sobre pueblos con tradición textil prehispánica, quienes pasaron a ser, como en el caso de Porcón, mitayos dentro de ellas (mitayo = mano de obra forzada). Por eso nos preguntamos: ¿los porconeros cumplieron funciones militares pero, a la misma vez, fueron grandes tejedores desde tiempos incas y preincas? Puede que sí.

Jordana Mejía dejó el obraje de Porcón en manos de su sobrino político Nicolás de Mendoza Vargas y Ribera cuando falleció en 1602, pero ordenó que al morir éste el obraje pase a manos de la reducción indígena San Antonio de Caxamarca y con una indicación específica: que sus ingresos sostengan el hospital de indios, administrado por la orden religiosa bethlemita. Se dice que esta acción benefactora fue para pagar el perdón de los pecados de su esposo Verdugo.

Es probable que este obraje haya funcionado bien desde su fundación, a fines del siglo XVI hasta 1678, pues en esta última fecha se produjo un terremoto en Lima que afectó a la economía textilera del norte. No obstante, pudo recuperarse para el siguiente siglo, el XVIII. Según Gaitán (2012), los obrajes tuvieron éxito hasta finales de este último siglo, luego entraron en crisis otra vez por el ingreso de textiles europeos. En ese sentido, creemos que los obrajes funcionaron bien al menos hasta el descubrimiento de las minas de Hualgayoc en 1772, el cual habría generado un segundo boom económico para los propietarios y arrendatarios de obrajes y haciendas a fines del periodo colonial. Y probablemente, los mayores abusos hacia los trabajadores porconeros se produjeron en estos años. Según Silva Santisteban:

"En este obraje se cometieron muchísimos abusos contra los indios; estos trabajaban encadenados a un tronco, azuzados constantemente por el látigo del obrajero y por un periodo de mita o de castigo, irrevocables, hasta que ya no podían trabajar o hasta que de muertos se les separaba de sus colleras. En varias oportunidades intentaron rebelarse, consiguiendo solo agravar su trato, hasta que en 1821 se sublevaron contra el arrendatario, destruyendo el obraje y arrasando con la casa hacienda…" (Silva Santisteban, 1986, p. 185)

Silva Santisteban menciona que estos abusos se debieron a toda la carga de impuestos que pesaba sobre el arrendatario: se hacía cargo del arriendo (que iba a la caja de comunidad de la reducción indígena San Antonio de Caxamarca para el mantenimiento del hospital), además se hacía cargo de los tributos, diezmos y salarios de los trabajadores nativos, entre otros impuestos. Deduciendo todo lo anterior les quedaba la ganancia. No obstante, nada justificaba que estas condiciones de explotación se produjesen.

A mediados del siglo XVIII el obraje de Porcón habría tenido 75 tornos y 6 telares, un galpón de sesenta varas de largo por seis de ancho, en donde producían pañetes, bayetas, frazadas y jergas. Además, habría tenido 17 181 cabezas de ganado ovino (una alta cantidad, lo que indica su éxito en este periodo). De hecho, Deere (1992) considera que, tradicionalmente, Porcón tuvo la ganadería de ovino más grande de la región (esta conexión entre ganadería de ovinos se debe a que brindaban la lana necesaria para los tejidos de los obrajes). También es posible que en estos años de fines del siglo XVIII el obraje de porcón haya crecido o transformado, de manera que se convirtió en hacienda o, mejor dicho, en obraje-hacienda. Y, así mismo, por la mayor explotación, sus trabajadores dejaron de ser mitayos y se convirtieron en yanaconas.


Imagen 2: Antiguo hospital de Belén en Cajamarca

Primera revuelta por tierras. Los porconeros en la independencia.

La producción de tejidos en la región, a pesar de sus altibajos desde el periodo colonial temprano, parece que fue una actividad permanente, hasta hoy. En el proceso de independencia, Cajamarca colaboró a través de muchos bienes con las tropas de Simón Bolívar, entre ellos textiles: paños, lienzos, bayetas, tocuyos, etc., para el vestuario de las tropas, muchos de los cuales habrían provenido del obraje de Porcón (sobre la contribución, revisar: Villanueva, Horacio, 1989).

Según Espinoza (2007), Miguel de Sarachaga fue el arrendador de la hacienda de Porcón durante los años de la independencia. El historiador sostiene que en este contexto los trabajadores de Porcón realizaron una especie de huelga: dejaron de trabajar, causaron destrozos y exigieron que al menos la mitad de las tierras del obraje les sean asignadas como tierras de comunidad (ya que en ese momento los criollos independentistas reconocieron legalmente a comunidades indígenas y sus tierras). Los religiosos bethlemitas les responden que dichas tierras no son de comunidad:

"Fray Fernando reafirma que los porconeros se habían conservado en esa condición, con perfecto conocimiento que dentro de los lindes de la hacienda no tenían señalado ningún espacio, ni siquiera un palmo de superficie que pudiesen denominarle de comunidad. Que en la documentación presentada nunca aparecen visitados ni revisitados (empadronados) como tales por corregidor alguno ni juez comisionado de mensuras de tierras, sino siempre «como sirvientes de Porcón» y jamás como comunidad [la negrita es nuestra]. La integridad de habitantes conocía a la perfección los linderos de esta hacienda, límites correctamente saneados con el testimonio de ancianos peritos, siempre costeados por la institución hospitalaria, y durante las cuales ni una sola vez se vio la intervención de esa comunidad fantasma. En los 140 y tantos años que los betlemitas permanecían en Cajamarca esta es la primera vez que los yanaconas aparecían con tan caprichosas novedades" (Espinoza, 2007, p. 206)

Por lo anterior, deducimos que los entonces mitmaes cañaris fueron adscritos, por Jordana Mejía, como mitayos dentro del obraje de Porcón a fines del siglo XVI, pero nunca se les entregó dichas tierras como tierras de comunidad, eran solo ocupantes en tanto trabajadores. Algo parecido ocurrió en el periodo inca: se les asignó tierras para vivir y producir en las alturas del valle, bajo el sistema de mitmaes, pero no fueron dueños de ellas tampoco. Esta cita nos permite afirmar nuestra hipótesis inicial: que fueron mitmaes y, posteriormente, mitayos y yanaconas sin tierras


Imagen 3 (referencial): Indígenas durante el periodo de independencia

Segunda revuelta por tierras. Los porconeros en la independencia.

El obraje-hacienda de Porcón continuó funcionando en la primera mitad del siglo XIX, después de la independencia, con mayores tierras. A diferencia de Gaitán (2012), quien dice que hubo una crisis generalizada de los obrajes durante el siglo XIX, nosotros pensamos que a pesar de ello la producción de tejidos se mantuvo en muchos. En el caso de Porcón, creemos que pudo haber abastecido de tejidos y otros productos de la hacienda al primer boom de las plantaciones de azúcar de la costa norte (1850-1870) y, además, no dejó de hacerlo a las minas de Hualgayoc. Luego sobrevino otra crisis: la guerra con Chile, que pudo haber menguado la economía de la región y paralizado actividades. No obstante, después de este episodio, o sea a fines del siglo XIX e inicios del XX, se da un segundo boom económico de las plantaciones de azúcar de la costa norte y del caucho en la Amazonía vecina, durante este periodo el obraje-hacienda de Porcón pudo haber resurgido otra vez, aunque notamos un cambio: su gran ganadería de ovinos declinó. Deere (1992) menciona que hay un descenso de este ganado en Porcón: de 12,500 cabezas a 7,000 mil entre 1855 y 1911. Nosotros creemos que dicha reducción se debió al golpe de la guerra y a que, según parece, los arrendatarios introducen la ganadería de vacuno para abastecer de carne, leche y otros productos a las plantaciones azucareras.

Sobre lo mencionado anteriormente, identificamos que, durante el mayor auge del segundo boom de las plantaciones de azúcar de la costa norte, entre 1914 y 1918, Federico Rojas y esposa, arrendatarios de Porcón, elevan las rentas a más de 10 mil soles anuales desde los 3,010 soles anuales que José Sousa, arrendatario, pagaba entre 1875-1884, fechas que coincidieron con el periodo de guerra (revisar: Deere, Carmen, 1992).

Deere (1992) menciona que las tierras de Porcón crecieron de forma impresionante desde que fue fundado como obraje desde el siglo XVI hasta el siglo XX, convertido en obraje-hacienda: tenía 87 hectáreas en 1670 y creció durante 1689, 1780 y 1822, hasta alcanzar 28 mil hectáreas a principios del siglo XX. No sabemos si fueron los alcaldes o caciques de la reducción San Antonio de Caxamarca (dueños del obraje-hacienda), los religiosos betlemitas (administradores del hospital) o los arrendatarios quienes expandieron los terrenos de Porcón. O quizá fue acción de todos juntos. Pero sí sabemos que lo hicieron en base a la estrategia de litigios con haciendas vecinas: Negritos, Combayo, Chamis, entre otras. 

Al igual que en los primeros años de la república, entre 1926 y 1950 el estado peruano inició un proceso de reconocimiento legal de las comunidades indígenas y sus tierras, pues unos años antes, a fines del siglo XIX, se había producido un proceso de usurpación de tierras por parte de hacendados y monopolizaron, no solo tierras, también la mano de obra de los campesinos dentro de ellas, lo que impedía el desarrollo del capitalismo en el país. Sería clave saber si Porcón entró en este listado, no lo sabemos. En Cajamarca región se reconocieron a 36 comunidades indígenas y en Cajamarca provincia a 9. Pero todo indica que, por los mismos motivos que los bethlemitas adujeron en tiempos de la independencia, Porcón no fue reconocida como comunidad indígena: siguieron siendo mitimaes-mitayos-yanaconas sin tierras.

La Beneficencia Pública de Cajamarca, quien administraba el obraje de Porcón desde 1847, en reemplazo de la extinguida reducción indígena San Antonio de Caxamarca y retiro de la orden bethlemita, divide a Porcón en dos en 1950: Porcón Alto con 14 mil hectáreas y se lo entrega a la empresa extranjera Servicio Cooperativo Interamericano para la Producción de Alimentos (SCIPA). Dicha empresa contrató a algunos porconeros residentes allí y a otros les pidió que abandonen la zona, pero éstos se resistieron y provocaron una serie de protestas. Aunque no conocemos los detalles ni la dimensión de éstas, creemos que esta habría sido una segunda lucha por la tierra de los porconeros, pues la primera fue en tiempos de la independencia (y es casi seguro que hayan existido otras más). Por otro lado, la Beneficencia vende las tierras de Porcón Bajo a los mismos porconeros que la ocupaban, por lo que se convierten en propietarios individuales (hasta hoy). Con la reforma agraria impulsada por el gobierno de Velasco Alvarado entre 1969-1974, Porcón Alto se parceló y entregó a sus ocupantes, los mismos que la convirtieron, unos años después, en la Cooperativa Agraria de Trabajadores Atahualpa Jerusalén, administradora hoy de la famosa Granja Porcón.


Imagen 4 (referencial): Protesta de un pueblo indígena durante la república

Porcón: milenarios vigilantes del valle de Caxamarca. Reflexiones finales.

El caso de Porcón nos parece sui generis en la región: tuvo un proceso distinto al de otros pueblos. Primero, porque los cañaris llegaron como mitmaes, es decir como migrantes por orden del inca y, si bien se les adscribió tierras en las alturas del valle, no fueron dueños de ellas. Posteriormente, la encomendera española Jordana Mejía los adscribió al obraje de Porcón como mano de obra pero no como dueños de tierras y desde entonces, trabajaron bajo las órdenes de un arrendatario (inquilino) ya que el obraje era propiedad de la reducción indígena San Antonio de Caxamarca para el sostenimiento del hospital. Sin embargo, el obraje funcionó, desde los primeros tiempos coloniales, como algo bastante parecido a una reducción: tuvo viviendas, tierras y animales para el autoconsumo, caminos, iglesia, cárcel, entre otros bienes y servicios. Por lo anterior, sostenemos, desde un inicio, que fueron mitmaes y, luego mitayos y yanaconas sin tierras.

Por otro lado, identificamos que dueños y arrendatarios implantaron dos políticas en Porcón: una, de expansión de las tierras del obraje en base a litigios con propiedades vecinas para ampliar la producción y, por lo tanto, las ganancias, por lo que convirtieron al obraje en obraje-hacienda y dos, de confinamiento: no permitieron que los porconeros salgan de los linderos del obraje-hacienda (es una hipótesis que debe ser corroborada con documentos). Recordemos que existió un fenómeno peculiar en el periodo colonial: el del forasterío: los nativos migraban de un pueblo a otro para escapar del tributo, la mita y el yanaconaje, o sea de la explotación, algo que los dueños y arrendatarios del obraje de Porcón, probablemente, quisieron evitar. Por ello sostenemos que esta política de confinamiento es la que explica, de alguna forma, porque los porconeros mantienen, hasta ahora, dos marcadores culturales particulares: la vestimenta tradicional y el idioma (el quechua), aunque claro está que actualmente ya no todos usan traje típico y ya muchos son bilingües y multilingües. Además, porque los porconeros han forjado tradiciones y costumbres muy propias dentro del obraje-hacienda, como la famosa Fiesta de las Cruces.


Imagen 5: Tradicional Fiesta de las Cruces de Porcón

Fuentes:

  • Araneda, Pedro (2021). Crónicas de una incursión desastrosa: la llegada incaica a tierras cañaris y la posterior ayuda de los cañaris a los españoles, tesis de licenciatura. Lima: PUCP.
  • Deere, Carmen (1992). Familia y relaciones de clase. El campesinado y los terratenientes en la sierra norte del Perú, 1900-1980. Lima: IEP.
  • Espinoza Soriano, W. (2007). Reacción de los indígenas de Cajamarca frente a la Independencia de Trujillo y Lima, 1821- 1822. Investigaciones Sociales, 11(18), 179–220.
  • Gaitán, Evelio (2012). La plaza mayor de San Antonio de Cajamarca. Lima: Fondo Editorial de Lumina Cooper.
  • Silva Santisteban, Fernando; Espinoza, Waldemar; Ravines, Roger (comp.) (1986). Historia de Cajamarca, siglos XVI-XVIII. Cajamarca: Fondo Editorial del Instituto Nacional de Cultura.
  • Rostworowski, María (2017). Etnias forasteras en la visita toledana a Cajamarca. En: Ensayos acerca del periodo colonial inicial, 1520-1570. Lima: IEP.

Links de imágenes: 

Imagen 1: https://diarioelinformativo.com/mitimaes-o-mitmacunas

Imagen 2: https://acortar.link/5SCo5h

Imagen 3: https://acortar.link/WCmdv1

Imagen 4: https://acortar.link/SCKevl

Imagen 5: https://acortar.link/mzzkOp



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